Editorial

Venezuela: sanciones para negociar

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Son muchas las sanciones económicas internacionales que pesan sobre Venezuela -en especial sobre miembros de la elite económica y gobernante bolivariana-, tanto por la evidencia de nexos con actividades criminales (como el narcotráfico) como de comprobadas violaciones a los derechos humanos, negaciones de justicia y transgresiones democráticas de parte de instituciones policiales y judiciales venezolanas.

La efectividad de estas sanciones para impulsar un cambio político en Venezuela -incluso un cambio de régimen- es casi nula, de lo contrario la deriva autoritaria del país se habría detenido hace años. Con todo, las sanciones sí infligen daños e imponen costos a la cúpula chavista, y en la medida en que ello puede usarse para obtener concesiones democráticas o gestos humanitarios de Caracas, se trata de una conveniente medida de presión diplomática.

El historial de Caracas en materia de negociaciones políticas con la oposición invita al cinismo respecto de esta última tentativa.

Al parecer esa sería la lógica detrás de la decisión norteamericana de aliviar algunas restricciones comerciales que ha impuesto Washington a sectores venezolanos como petróleo, gas y oro, anunciada esta semana. Como contrapartida, el gobierno de Nicolás Maduro acepta reanudar conversaciones con uno de los sectores de la oposición, de cara a celebrar elecciones presidenciales en la segunda mitad del año próximo, aceptando por primera vez la presencia de observadores internacionales, y la participación de todos los candidatos opositores que han sido inhabilitados por el régimen (también se habría acordado la liberación de presos políticos, confirmando una vez más el carácter dictatorial del gobierno chavista).

De cumplirse efectivamente esas condiciones, sería al menos un paso hacia un proceso electoral con mínimas garantías, aunque siguen faltando muchos otros. El historial de Caracas en materia de negociaciones políticas con la oposición durante las más de dos décadas chavistas invita al cinismo respecto de esta última tentativa de acercamiento. En el peor caso, confirmará que la pretensión de legitimidad democrática a la que aún se aferra Caracas no tiene sustento.

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